Julio 27, 2024

En comunión y sinodalidad

 En comunión y sinodalidad

En el contexto de la reciente visita ad limina realizada por los obispos chilenos, la edición semanal en español de L´Osservatore Romano recoge las impresiones del presidente de la Conferencia Episcopal de Chile, monseñor Santiago Silva, en torno a su encuentro con el Santo Padre, y las diversas actividades realizadas por los pastores en Roma.

¿Cómo fue el encuentro con el Santo Padre?

Como Conferencia Episcopal hemos tenido varias visitas ad limina. Esperábamos en esta visita lo que se hacía antes: un encuentro con el Papa de carácter formal con un saludo del presidente de la Conferencia Episcopal de Chile y un discurso del Papa. Pero hubo una modalidad nueva, una conversación libre sobre los temas que, como obispos, nos parece conveniente presentar. Rescato varios aspectos positivos de este nuevo modelo. En primer lugar, la total libertad para presentar los temas, con una inmediata orientación del Santo Padre. En segundo lugar, el espíritu fraterno del encuentro, pues el Papa nos invitó a dialogar como hermanos y como pastores de nuestras diócesis y de la actual situación de Chile. Es decir, lo que Francisco pide a la Iglesia respecto a la comunión y a la sinodalidad fue puesto en práctica de modo evidente. Finalmente, el hecho de que ese espíritu marcado por la comunión al que nos invitó el Santo Padre lo hemos puesto en práctica en la visita estos días a los dicasterios de la Curia romana. Es evidente que la comunión y la sinodalidad es el modo deseado por el Pontífice para “ser Iglesia” y “hacer la Iglesia”. Se debiera transformar en “metodología eclesial” para todas las Conferencias Episcopales y nuestras comunidades.

¿Cómo están viviendo estos días de visita ad limina y qué les aporta a su trabajo?

Esta es la tercera visita ad limina en la que nos preparamos con un retiro o una peregrinación. La primera vez, 2002, realizamos un retiro de cuatro días en Asís. En 2008 hicimos una peregrinación a Tierra Santa. Este año hemos vuelto a Asís y han sido tres días de oración y experiencia espiritual en los lugares franciscanos. Estos momentos nos permiten adquirir un espíritu especial para la visita al Santo Padre y a sus colaboradores. A la luz de la vida de Francisco de Asís, renovamos la conciencia de ser discípulos de Jesús, hermanos en la fe y pastores de su pueblo, siempre servidores desde la fraternidad, la humildad y la radicalidad de una vida entregada. Con este espíritu, la visita no es dar cuenta de trabajos realizados, sino un mutuo compartir espiritual y pastoral. Esto nos permite vivir mejor el envío del Señor a testimoniarlo, sobre todo cuando los tiempos de hoy son tan desafiantes, en especial en la sociedad chilena que presenta unos cuantos rasgos comunes con los desafíos a los que se enfrenta la evangelización en Europa. Por esto mismo, el diálogo con los diversos dicasterios abre perspectivas, alienta y fortalece, da sabiduría para llevar adelante una evangelización más pertinente, que logre poner el Evangelio en las culturas que se viven y forjan en el Chile de hoy. Pienso que el seguimiento del Señor tenemos que vivirlo mostrando que el Evangelio es camino de humanización, pues todo lo realmente huma- no (ansia de trascendencia, felicidad, libertad…) encuentra en Cristo su plenitud.

¿Cuáles son los desafíos que preocupan a la Iglesia en Chile?

Uno de los desafíos es el cierto descrédito de la Iglesia en Chile por los casos de abusos sexuales por parte del clero, y algunos de ellos han tenido gran cobertura comunicacional. De esto hablamos con el Santo Padre. Han sido situaciones del todo reprochables, que jamás debieron haber ocurrido, pero ocurrieron y con dolor las reconocemos. Estos casos los estamos enfrentando con valentía, convencidos que sólo la verdad libera. Nuestro proceso actual es de purificación, de acompañamiento a las víctimas y de educación pastoral. Hemos creado una comisión que nos ayuda a educar a nuestros agentes pastorales en conductas sanas en el trato con niños y jóvenes.

Otro desafío es hacer lo nuestro, anunciar el Evangelio, pero de tal forma que realmente sea Buena Noticia que cambie vidas, que influya en la cultura, que transforme mentes (pensamientos), corazones (sentimientos) y manos (acciones) y, con ello, la forma de ser y construir la sociedad. El Evangelio tiene una tremenda fuerza para impulsar relaciones que sean generadoras de una sociedad comprometida con los más débiles, con capacidad inmensa de misericordia y perdón, más allá́ de la venganza y de la judicialización de las relaciones. Parece que el mundo se vuelve cada vez más inhóspito. Por la lógica que impone la cultura digital y la robótica, necesitamos recuperar la capacidad de encontrar- nos, de dialogar y proyectar una sociedad cálida e inclusiva, donde la protagonista sea la vida en todas sus formas, no la muerte, sea la verdad y el respeto al otro, no el individualismo. Necesitamos de modo urgente pasar de “individuos” a “personas”.

Y respecto a la defensa de la vida y de la familia, ¿cómo está trabajando la Iglesia en su país?

Se acaba de aprobar en Chile la idea de despenalizar el aborto bajo tres causales: en caso de peligro de muerte para la madre, de malformación del feto y violación. Nos parece que estos son pretextos para legalizar el aborto a todo evento. Entre muchas voces, procuramos que se oiga la nuestra a favor de la vida y, por lo mismo, en contra de lo que lleve al aborto en todas sus formas. Lo hacemos con la convicción de estar aportando lo que realmente con- tribuye al desarrollo de las personas y su convivencia, porque la vocación inalienable de la persona desde su concepción hasta su muerte es a la vida, fundamento de todos los derechos y deberes que se seguirán.

La Iglesia ya está en camino hacia el próximo Sínodo sobre los jóvenes y además Panamá acogerá la próxima JMJ. ¿Cómo se preparan para estos dos grandes eventos?

Ya estamos realizando sínodos diocesanos con los jóvenes para pre- parar la JMJ en Panamá. Uno de los horizontes evangelizadores de la Iglesia en Chile es la preocupación por los jóvenes. Tenemos que pre- sentarles un Jesucristo que les atraiga por su mensaje de vida y paz, por su entrega radical al Padre para hacer nueva la sociedad, un Jesucristo que es respuesta para inquietudes y anhelos del mundo juvenil. Para cada uno de ellos, Jesús tiene una respuesta personal. Esta opción preferencial por los jóvenes no la podemos perder. Por esto nos preocupa preparar lo mejor posible el Sínodo, aportando desde nuestras riquezas y disponiéndonos a recibir ayuda en nuestras flaquezas.

El Papa Francisco insiste en la importancia de salir a las periferias, ¿cuáles siente que son las periferias en su país?

Hay periferias que son constantes y otras inesperadas. Estas últimas son las tragedias que hemos vivido casi sistemáticamente: erupción de volcanes, tsunamis, terremotos y últimamente un gran incendio. Estos eventos naturales crean de inmediato periferias humanas marcadas por la muerte, el dolor, la pérdida de bienes materiales, de trabajo, de entorno natural y, muchas veces, de desarraigo. Frente a estas periferias brota lo más noble del “alma de Chile”: solidaridad, resiliencia frente al sufrimiento, capacidad de compartir bienes y acoger con sinceridad el dolor del otro. Cáritas Chile y las organizaciones caritativas de cada obispado son las primeras en hacerse presente. Hay otras periferias que son constantes, como la pobreza. Uno de los países con más desigualdad económica es Chile. Y esta nos duele mucho, pues las oportunidades no son las mismas para todos. Tampoco podemos dejar de lado las periferias existenciales, psicológicas y espirituales. El significado trascendente de la existencia, la normalidad psicológica y la paz espiritual son bienes cada vez más escasos. La dinámica social no favorece mucho existencias plenas, personalidades maduras y espíritus libres y sabios.

También al interior de la Iglesia en Chile reconozco algunas periferias como, por ejemplo, los que sufren por los pecados de personas de la Iglesia. Generamos periferias cuando nos comportamos como pastores apresurados y lejanos, sin dar el tiempo o la atención necesaria a quien lo requiere. Los desafíos son muchos, pero el deseo de seguir al Señor y hacer las cosas bien son también grandes.

 L´Osservatore Romano   –   Vaticano, 01/03/2017

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