Los Franciscanos al Pueblo de Chile
Casi al final de su vida, San Francisco de Asís escribió una carta abierta a los gobernantes de los pueblos; hoy los Hermanos Menores Franciscanos, llegados a esta tierra en 1553, y que peregrinamos en el presente anunciando el Evangelio de Jesucristo que es salvación y felicidad para todos, no solamente en la vida del cielo, sino especialmente aquí en nuestra tierra, queremos manifestar en esta hora histórica y delicada lo que nos sugiere el Espíritu del Señor:
En muchos documentos del Magisterio de la Iglesia Latinoamericana, especialmente en los textos de las Conferencias Latinoamericanas de Obispos, han manifestado con fuerza, en diversas oportunidades, el gran abismo existente en nuestro continente, -y por ende en nuestro país-, entre ricos y pobres; entre muchos que nada tienen y unos pocos que lo tienen todo (DP 28; 88). Son años de desigualdades y de injusticia social.
Nos preocupa y entristece lo que nos está ocurriendo, pero de igual modo no nos resulta difícil comprender esta explosión de descontentos y frustraciones, de rabias contenidas a lo largo de muchos años. No se trata tan solo del alza del pasaje del Metro, sino de una suma de malestares e injusticias de las que nos atrevemos a mencionar solo algunas: Por más anuncios de nuevos hospitales, son muchos los que no tienen acceso a prestaciones de salud; pensiones miserables de los que han trabajado toda una vida; para muchos, la remuneración no alcanza para llegar a fin de mes; la subida de los sueldos y cuotas de los parlamentarios resulta indignante frente a la realidad de parte importante de la población trabajadora; el alza de los combustibles; los esfuerzos de la reforma educacional que no han dado el fruto esperado, y, como resultado, no hay educación de buena calidad para todos; el aumento de la tarifas de la luz; las situaciones de corrupción en las Fuerzas Armadas y Carabineros, etc.
En estos días se ha escuchado a muchos, entre ellos al Gobierno, decir que los manifestantes son delincuentes, vándalos, anarquistas; pensamos que tales expresiones responden a una mirada muy superficial, prejuiciada, y que no posibilita un análisis profundo para descubrir, reconocer y buscar soluciones a los problemas reales y de fondo que vive la mayoría de la población chilena. ¿Qué nos ha pasado?
Tales injusticias sociales son gritos, clamores que suben hasta el cielo (cf. Ex 3,7), son dolores de millones de hermanas y hermanos nuestros, amenazados en su dignidad y futuro, que imploran ser escuchados.
No es extraño que sean los jóvenes quienes han despertado con una respuesta indignada contra tanta injusticia. Son los hijos que han crecido viendo a sus padres haciendo lo imposible para darles educación, con la esperanza de un futuro mejor. Son los jóvenes y adultos que piensan que no tienen nada que perder y que aún creen que se puede soñar con cambios profundos; son los que han quitado el velo de tanta mentira a sus mayores, y que han dicho: “basta” a esperar siempre un futuro mejor que nunca llega y que, por el contrario, siempre se ve más lejos.
Los hermanos franciscanos rechazamos todos los actos de violencia y destrucción de la que estamos siendo testigos e invitamos a fijar la mirada y atención en las demandas existentes detrás de estos mismos actos. Invitamos también a todos los sectores de la sociedad a estar a la altura que el momento histórico mismo exige, para realizar con la generosidad de todos, un compromiso real de diálogo para alcanzar la justicia y la paz que tanto necesitamos, para saber escuchar el clamor de los pobres. De este modo se podrá atender profundamente a los malestares antes mencionados y que son expresión de temas pendientes por mucho tiempo en nuestro país, como lo es el de la desigualdad manifiesta en muchos ámbitos de la vida nacional.
Los predilectos del Señor -y que deben ser los de la Iglesia y nuestros por identidad vocacional-, son los pobres, los excluidos, los que sufren las desigualdades, los bienaventurados del Reino anunciado por Jesús (cf. Mt 5,1-12; 25,31-46).
Los hermanos franciscanos que peregrinamos en esta tierra desde antes que se llamara Chile, renovamos -en comunión a la declaración del Comité Permanente de la Conferencia Episcopal– nuestro compromiso con los más pobres, los que sufren, los que defienden la tierra y la creación, con los que buscan el bien y una vida justa y buena para todos y con todos aquellos que han dicho basta.
Que la Virgen María, bajo la advocación de Nuestra Señora del Socorro, patrona de la ciudad de Santiago, cuide y proteja a sus hijos e hijas en nuestra ciudad y en toda la nación, sostenga el dolor de aquellos que sufren en estos momentos y nos ayude para reconstruirnos como pueblo.
Hermanos Franciscanos de Chile