Abril 25, 2024

Eucaristía y celebración: algunas perspectivas

 Eucaristía y celebración: algunas perspectivas

a. ¿Qué motiva al ser humano a reunirse a celebrar? ¿Cuál es el sentido de los gestos y la expresión humana en un contexto de celebración?

b. Jesús: profeta del Reino que come con amigos y pecadores.

c. El Padre Nuestro, la petición del pan y la pandemia-vulnerabilidad.

Durante algún tiempo tuve a cargo la cátedra de “Eucaristía: comunión de Dios, comunión de los hombres” en la Universidad Católica de Chile (2018). En las clases de esta cátedra procuraba acercar a los estudiantes al vínculo existente entre Eucaristía y antropología, entre celebración y profundidad humana, entre el Cuerpo de Jesús y el cuerpo de cada uno de nosotros, personal y social-comunitario. Palabras clave como “proceso”, “espacio simbólico”, “recuerdo-memorial” o “celebración” eran conceptos que aparecían de manera recurrente en las clases. A partir de los apuntes de las mismas clases, quisiera proponer algunas pistas en las vísperas de la celebración del Cuerpo de Cristo.

a. ¿Qué motiva al ser humano a reunirse a celebrar? ¿Cuál es el sentido de los gestos y la expresión humana en un contexto de celebración?

Nos reunimos para compartir el sentimiento que nos genera un recuerdo. A él le damos un sentido, lo asociamos, nos asociamos. Cuando nos reunimos formamos redes de comunión. Esto va de la mano con el concepto de la tradición. Sin tradición no hay eucaristía (1 Cor 11, 25-26: Yo les transmití lo que a mi vez he recibido…). Con la celebración de la Eucaristía nos vinculamos con nuestras raíces originarias, con el origen y fundamento de nuestras mismas prácticas eucarísticas.

Junto con ello, reconocemos que los seres humanos se reúne para celebrar cada pequeño logro conseguido. En esto aparece la importancia fundamental del rito, en cuanto proceso de acciones o elementos que deben cumplirse de la misma manera en la que se planteó originalmente como lo son los olores, las esencias, las conversaciones. Los sacramentos y la sacramentalidad nos humanizan en razón de que proveen de sentido a la vida humana y que nos unen con otros.

En la celebración, sostienen los autores, convergen los sentidos de lo humano, lo sagrado y lo evangélico. Lo humano tiene que ver con lo biológico, con el proceso de comer y nutrirse; en lo sagrado surgen dos posibles dimensiones: comer junto a la divinidad y comer a la divinidad; en lo evangélico comprendemos el pan y el vino.

b. Jesús: profeta del Reino que come con amigos y pecadores

El Reino de Dios se hace concreto en las comidas que Jesús celebra con amigos y pecadores, comidas que son un anticipo de la Eucaristía. La comida aparece como un acontecimiento humano, como un hecho histórico que posee, además, una perspectiva salvífica. Las comidas de Jesús son anticipo de la gran comida eucarística, y en ellas Jesús enseña cuál es la lógica del Reino, a la cual llamaremos de “multiplicación” (ver la multiplicación de los panes y de los peces). La Eucaristía cristiana arranca de la comensalidad de Jesús y hunde sus raíces en la misma práctica de Jesús.

En la comida de Jesús reconocemos la compasión con la que él actúa (el zplajnisomai de Marcos 8: se compadeció de la muchedumbre que estaba como ovejas sin un pastor). Jesús reconoce la falta de un líder, la falta de enseñanza (se puso a enseñarles, Mc 8), se compadece concretamente y da de comer. En síntesis, el pan de la Eucaristía alcanzar para todos – siguiendo la lógica de la multiplicación. Es curioso aquí notar que cuando el evangelio habla de los panes sobrantes utiliza el griego: “klásmata” y “klasmatón” los cuales hacen referencia al pan eucarístico celebrado por las comunidades cristianas primitivas. El Evangelio nos da “una contraseña” para interpretar que la multiplicación de los panes es figura de la Eucaristía. Multiplicación y salvación es un binomio que se entiende relacionando ambos conceptos y experiencias.

c. El Padre Nuestro, la petición del pan y la pandemia-vulnerabilidad

El Padre Nuestro es la oración universal y se estructura en los siguientes momentos: a) reconocimiento de la soberanía de Dios; b) Esperanza; c) petición material; d) reconciliación; e) confianza. En ella, en la oración, acontece un “giro”: en la primera parte de la oración se dirige a la realidad trascendente de Dios: nuestro Padre que habita en el cielo tiene un nombre que debemos santificar-reconocer; su voluntad se realiza en el cielo como en la tierra y esa voluntad es el reino, la humanización de todo hombre y mujer. Luego, la mirada se dirige a la tierra, al hombre y a sus necesidades materiales. Pedimos a Dios el pan, pedimos que Él intervenga en nuestra historia. Ello, manifiesta una fe encarnada en la historia en donde Jesús, hecho ser humano, comparte toda nuestra humanidad menos el pecado.

La petición de pan material, el pan cotidiano, el pan de la subsistencia, significa que somos débiles y necesitados. El alimento humano, simbolizado en el pan, se une a que la vida depende del pan. Y aparece también la urgencia de dar de comer al otro, al que no tiene pan. En tiempos de pandemia pedimos el pan para los que han perdido su trabajo, la salud, la vida. El pan, como bien material, no puede faltar. El pan simboliza la vida y la vida se nos hace más comprensiblemente vulnerable. El pan en la pandemia se ha hecho en la casa. Muchos han aprendido a hacer pan. En pandemia, la Eucaristía es online. Se extraña la vida comunitaria de las capillas y parroquias. El Padre Nuestro, en definitiva, ha tomado un cariz distinto cada día de la pandemia.

Juan Pablo Espinosa Arce, Téologo

Editor