Octubre 8, 2024

Un Papa del otro lado

 Un Papa del otro lado

Tal vez como hace siglos que no éramos testigos de una animadversión tan explícita y pública al Papa.

Lo que sucede es que el Papa está parado en otro lado. Con sus aciertos y errores, con sus equívocos y humanas pretensiones, el Papa Francisco esta parado en el lado de los pobres y excluidos; en un lado en donde la Iglesia ha sentido mucho y pensado poco. Un lado desde el cual, en Europa y el Norte Mundial, el Obispo de Roma y cabeza de la Iglesia se vuelve incomprensible.

Cuando se está al lado y del lado de los pobres y excluidos es la misma institución y sus leyes las que pasan a segundo plano, se sitúan en su lugar propio: un después epistemológico y jurídico. Un luego que tan solo por ser un luego cuestiona cimientos de poder y argumentos de tradición.

Francisco, repito, con sus errores –y algunos bien tristes- representa otra forma de ser Iglesia, una manera distinta de pensarse, sentirse y desvivirse desde el Evangelio: la manera de aquel que sufre, de la persona que tiene puesta su esperanza última en Dios, pues el mundo, los otros y sus instituciones se las han negado siempre. En ese lugar la fe adquiere todo su sentido y fuerza. Es justamente allí donde se “desborda”, donde se hace “sobreabundante” y deja ser caridad, generosidad y buena voluntad. Es allí en donde el mandato de Jesús “Haz tu lo mismo” se encarna y trasforma en ética, en política, en eclesia.

El Papa, en estos tiempos globales y en donde la hegemonía eurocéntrica sigue queriendo imponerse, habla desde el Sur. El Sur es una categoría geográfica, pero también mental –espiritual-, social, política y eclesial. El Papa es del Sur, viene desde el Sur, está parado en el Sur. En el inicio se le criticaba “no ser un intelectual” –como si solo en el Norte se pensara; “no ser un gran teólogo”, como si la teología se hiciera solo en las aulas del Norte y sus reductos nortepensantes del Sur. Se decía “habla como párroco”, intentando comprender un ethos folclórico –a los ojos del Norte- que irrumpía en Roma con modismos y gestos propios de quien se para al otro lado e (im)propios para sacrosantos lugares de la Europa extraviada y en decadencia.

Francisco desde allí les habla a todos; de la mano de los sencillos, de los sintecho, sintierra y sintrabajo les habla a todos. Por eso su marca ha sido la ternura y la misericordia. Pues quien habla abrazando al pobre herido solo puede acercarse al indiferente, al cómplice y al individualista desde la misericordia.

Este es el Francisco que nos viene a visitar. Un Papa atacado desde dentro –con libros y públicas intervenciones de sus propios Obispos y hermanos en la fe (y ojo con caer, sin espíritu crítico, en esa estrategia maligna). Un Papa que como nunca en la historia reciente está mirando más allá que muchos: laicos, teólogos, agentes pastorales, vaticanistas, religiosos/as, curas y obispos. Un Papa que sueña, que anima, que impulsa, que mueve, que empuja y sobretodo que ama.

El Papa no es Dios, no es Jesús ni un santo en vida; es solo un servidor; un hombre orante y discípulo de Jesucristo, un obrero de la Comunidad-Iglesia, un misionero de la misericordia. Un obispo. Y como tal habría que agregarle el apellido “del Sur”. Francisco del Sur eclesial, del Sur social, del Sur de la historia, del Sur cultural –con sus sabores, su chispa, su entrada y su sospecha.

A ese hombre lo acogemos con cariño y alegría para que vuelva a recordar a la conciencia cristiana (y ojalá no creyente también) de los Chiles de hoy que el pobre urge, que la tierra llora y que las relaciones humanas pueden y deben ser cordiales, abiertas, tolerantes, amables, alegres, pacíficas y justas.

Pedro Pablo Achondo Moya, SSCC

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