Abril 24, 2024

¿Creo en la Iglesia?

 ¿Creo en la Iglesia?

Yo creo en Jesús, me convence, me gusta, me fascina, creo que “Dios estaba con Él” y creo en Dios como Él cree, en Abbá que es Padre, Palabra y Viento. Cada día descubro más verdad en el Evangelio y cada vez mi fe en Él es más decidida.

Porque todo lo anterior se resume en unas preguntas: ¿creo en la Iglesia?, ¿quiero a la Iglesia?, ¿me gusta la iglesia? ¿sigo en la Iglesia?. Y, el resumen de todas ellas: ¿qué significan para mí todas esas preguntas, qué quieren decir y qué importancia tienen?.

Mi respuesta es: pues sí, creo en la Iglesia, ese innumerable y anónimo colectivo de gente que cree en Jesús (aunque no le conozca), que es positiva para la humanidad, respeta a los demás, anda por la vida con los criterios y valores de Jesús … todos aquellos que merecen oír “venid benditos porque a mí me lo hicisteis”.

Creo en todos esos, creo que su modo de ser no les viene de la carne sino del Viento de Dios, el que sopló en Jesús y sigue soplando en ellos. Creo, más bien veo, que es la mejor ONG de la historia, la que más ha hecho por la humanidad.

Creo, además, que nos han robado el sentirnos Iglesia, porque la jerarquía se ha preocupado de que creamos que sólo ella es la Iglesia. Así que dejo de hablar de Iglesia como conjunto de jefes sagrados más o menos poco dignos de fe y hablo de los que siguen a Jesús. En esos, sí creo. Que creo en ello significa que creo que ahí está el Viento de Jesús.

Quiero a esa Iglesia: gracias a ella conozco a Jesús, gracias a ella me han llegado los evangelios, en ella he sentido el Viento de Jesús. Me siento su hijo, le debo más que a mi madre de carne. A solas no podría creer ni esperar, ni servir, me arrastrarían vientos oscuros. Sin la Iglesia no sería nada. Me siento bien con tantos hermanos de fe, de vida, de servicio, de esperanza.

No me gusta nada la iglesia oficial, la que se llama a sí misma “La Iglesia”. No me gustan sus templos, no me gusta su autoritarismo, no me gusta su pretensión de poseer a Dios y controlar La Palabra. No me gusta su sentido de clan, su clericalismo, su antifeminismo, su sacralidad, su pompa, la importancia que se da a sí misma. Y me repugnan algunos de sus comportamientos, como los que actualmente se están dando. Todo eso y más cosas no me gustan nada.

Sigo en la Iglesia, en la que me gusta y en la que no me gusta, porque no soy un ingenuo que crea que se puede separar aquí el trigo de la cizaña, porque sé que yo pecador no soy mejor que todos esos a quienes critico, porque sé que lo propio de Jesús es sembrar, porque creo en la levadura y el grano de mostaza.

Sigo en la Iglesia, es decir, ante todo sigo en comunión con todos los que creen en el ser humano, sigo en comunión con todos los que creen en Jesús y sigo necesitando y celebrando la Cena del Señor para unirme a todos ellos en la Palabra, en la Oración y en la Comunión con Jesús.

Por esto, busco a la Iglesia, a la que no encuentro en las misas solemnes ni en las procesiones ni en los espectáculos de masas ni en la sumisión cerril. Busco dónde celebrar bien la Cena del Señor, busco personas con las que compartir la fe en la oración. Porque necesito sentirme en esa Iglesia, comulgar con esa Iglesia.

Y por esa misma razón, yo diría que por ese mismo espíritu, me disgustan y me duelen las manchas, las arrugas, los pecados de la Iglesia; porque la quiero.

Cuando vemos envejecer a nuestra madre, cuando advertimos con angustia que la vejez la va haciendo más descuidada, despeinada, quizá incluso de peor carácter… nos duele intensamente, hacemos todo lo posible por que esté guapa, limpia, no le toleramos manchas en el vestido… porque la queremos.

Nos duele intensamente la Iglesia cuando no es bella, cuando no es amable, cuando no piensa como Jesús, cuando oímos que se le critica con razón… nos duele intensamente. Y por eso no nos callamos sus defectos y trabajamos intensamente para que a los ojos de cualquiera la Iglesia –nosotros la Iglesia- haga creíble a Jesús, que sea evidente que Dios está con ella.

Por otra parte todo eso SIGNIFICA muchísimo para mí, hasta tal punto que es el sentido de mi vida. Ser la Iglesia, ser de los de Jesús, es antes que mi propio éxito profesional, antes aún que mi propia realización personal. Es lo primero, mejor aún, es el sentido de todo. Sin ser de la Iglesia, sin ser de los de Jesús, nada tendría sentido.

+ José Enrique de Galaterra, S.J.

 

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