Abril 24, 2024

La JMJ, signo contrario a nacionalismos y muros

 La JMJ, signo contrario  a nacionalismos y muros

Durante la Audiencia general, Francisco habló sobre el viaje a Panamá y recordó a todos los niños para referirse al invierno demográfico europeo. Centroamérica necesita paz y justicia.

La «gran sinfonía de voces y de lenguas» de la Jornada Mundial de la Juventud ha sido «un signo profético, un signo contracorriente frente a la triste tendencia actual a los nacionalismos conflictuales, que elevan muros y se encierran». Lo dijo el Papa durante la Audiencia general dedicada al reciente viaje a Panamá (del 23 al 28 de enero).

Después, el Papa recordó las diferentes etapas de la JMJ, precedida por el encuentro de los jóvenes de los pueblos originarios y de los pueblos afroamericanos: «Cinco días de encuentro, los jóvenes indígenas y los jóvenes afrodescendientes, son muchos en aquella región, han abierto la puerta de la Jornada Mundial. Fue una iniciativa importante que ha manifestado mucho mejor el rostro multiforme de la Iglesia en América Latina, que es mestiza. Después –prosiguió– con la llegada de los grupos de todo el mundo, se formó la gran sinfonía de rostros y de lenguas, típica de este evento. Ver todas esas banderas desfilar juntas, bailar en las manos de los jóvenes alegres de encontrarse es un signo profético. Es un signo –subrayó– de que los jóvenes cristianos son en el mundo levadura de paz».

En Panamá, todo se “contagió” y “amalgamó” gracias a la presencia alegre de los jóvenes: una fiesta para ellos y una fiesta para Panamá, y también para toda América Central, marcada por tantos dramas y necesitada de esperanza y de paz y de justicia», continuó Francisco.

El Papa recordó también el Vía Crucis, revelando que «a mí me gusta mucho hacer el Vía Crucis, porque es ir con María detrás de Jesús. Y siempre llevo conmigo, para hacerlo en cualquier momento, un Vía Crucis de bolsillo, que me regaló una persona muy apostólica en Buenos Aires. Y cuando tengo tiempo, lo tomo y sigo el Vía Crucis. Hagan también ustedes el Vía Crucis, porque es seguir a Jesús con María en el camino de la cruz, donde Él dio la vida por nosotros, por nuestra redención. En el Vía Crucis se aprende el amor paciente, silencioso y concreto».

Francisco después se refirió a la liturgia penitencial en la cárcel para menores y a la visita a la casa-familia Buen Samaritano, con chicos enfermos de SIDA; recordó la vigilia de oración, «con todos los chicos y las chicas, entusiastas y también capaces de silencio y de escucha», y la misa final a la mañana siguiente, ocasión para afirmar que los jóvenes «no son el “mañana”, no son el “mientras tanto”, sino el hoy, el ahora de la Iglesia y del mundo». Pero también, dijo, para hacer un llamado a la «responsabilidad de los adultos», para que no falten a las nuevas generaciones ni educación, ni trabajo, ni comunidad, ni familia: «y esto es clave en este momento en el mundo, porque estas cosas faltan: instrucción, es decir, educación, trabajo (¿cuántos jóvenes carecen de él?), y comunidad: que se sientan acogidos en la familia y en la sociedad».

Iacopo Scaramuzzi   –   Ciudad del Vaticano

Vatican Insider   –   Reflexión y Liberación

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