En el corazón de las masas
Algunos cristianos creyeron que podían testimoniar de la salvación divina por pura presencia en el corazón de las masas. Hoy día, en Chile como en otras partes del mundo, muchos cristianos se sienten perdidos en medio de masas que exigen cambios profundos de la sociedad.
Se sorprenden entre pacíficos y violentistas. Los más viejos desvelan sus traumas y temores del pasado, no se imaginan que su generación fue la que ha producido estos desequilibrios y buscan en qué espiritualidad refugiarse o a qué santo recurrir. Otros acomplejados por las corrupciones en sus propias instituciones, buscan no hacerse notar. Los laicos católicos más activos se preocupan mayormente de las reformas internas de sus instituciones para sanear los vicios del clero y la falta de democracia de sus estructuras. Salvo algunos discursos moralizadores de algunos eclesiásticos que llaman al dialogo y a la paz, no se destaca ninguna postura especial de las iglesias por la crisis existente. Esta situación de la cristiandad actual traiciona la presencia histórica de la Iglesia en el acontecer nacional. ¿Dónde está el Dios de la cristiandad en todos estos estragos? Falló la evangelización de las realidades temporales. La prioridades laicales son la familia, el trabajo, la política, la ecología… y no las sacristías, los ministerios litúrgicos, las devociones…
Es bueno recordar que cuando Jesús mandó sus discípulos a evangelizar (Mateo 10), les aconsejó estrategias y tácticas: ser “astutos como serpientes y mansos como palomas…” Es urgente que los cristianos piensen en proyectarse inteligentemente para tomar posición e iniciativas en las manifestaciones, cabildos y políticas del momento. Pensando en esto, se puede hacer algunas ocurrencias.
La primera es la estrategia es la “solidaridad”. Los manifestantes de todo tipo se encontraron en las calles en una sorpresiva solidaridad. Dejaron su pasividad, salieron a llenar avenidas y plazas. De la misma manera los participantes de los cabildos están descubriendo la misma solidaridad. Los cristianos pueden actualizar las ilustres palabras del concilio Vaticano II que decían que las angustias y esperanzas humanas son también las de los discípulos de Jesús. La religiosidad y menos todavía el cristianismo pueden seguir de refugio para miedosos y cohibidos. De no entrar en esta solidaridad básica, los laicos no podrán testimoniar de su fe en Dios
Hablemos de la estrategia cristiana respecto de la violencia, de todas las violencias: injusticias sociales, económicas, familiares, terroristas y represivas. La violencia es un mal común. La cara viciosa de la paz es la falsedad de los sentimientos pacifistas baratos y la pasividad distante de todos los problemas. Hay demasiadas violencias en margen de las manifestaciones y esto porque no hay líderes de la no-violencia. Los grandes líderes de la no violencia: Jesús, Gandhi, Luther King… nos enseñaron que la violencia se apaga sólo con sacrificios. ¿Qué soy capaz de sacrificar para que haya Paz?: ¿mi consumo excesivo, mis relaciones clasistas, mi tiempo para participar, compartir, mis ideas preconcebidas…? Hablar de superación de la violencia es hablar de examen de “conciencia” pero sobre todo de examen de “corazón” para saber si mi amor abarca toda esa gente que se manifiesta, los violentos, las víctimas, los carabineros y todos.
Se habla de escuchar las personas, sus frustraciones económicas y sociales. Las autoridades ofrecen “dialogo” para responder a las demandas ciudadanas. Pero el oír, de por sí, no soluciona los problemas tampoco lo es un acuerdo para salir del paso. Para que haya comprensión mutua y verdadera solución para el dialogo se requiere revelar las motivaciones (los porqués) de las ideas u opiniones que se adelantan. De la misma manera se trata de descubrir las razones que tienen los interlocutores para las ideas que exponen. Si no se llega a este nivel de intercambio es difícil que los diálogos sean útiles. El testimonio cristiano es de este orden de profundidad. Por una parte se trata de explicarse hasta llegar a dar referencias de la fe propia y por otra parte, en una disposición tolerante para pedir y recibir las justificaciones de las demás como para abrirles percepciones que pueden llegar a interpretar la fe. Es necesario repetir que el verdadero dialogo exige coherencia y consecuencia. Nuestra Iglesia y nuestras comunidades si quieren interactuar con la sociedad civil necesitan aprender mucho de este serio ejercicio del dialogo. El diálogo es el lugar donde Dios nos espera.
La última estrategia cristiana y quizás sea la primera, es la oración. La oración es un ejercicio perseverante que nos ajusta poco a poco a los designios de Dios. Es la mejor manera de acertar de hacer la voluntad de Dios en la tierra como en el cielo.
Paul Buchet