Abril 25, 2024

¿Hasta cuando los nefastos Paraísos fiscales?

 ¿Hasta cuando los nefastos Paraísos fiscales?

Existen más de 70 paraísos fiscales en el mundo, entre ellos Andorra, Barbado, Liechtenstein, Bahamas, Luxemburgo, Bermudas, Islas Vírgenes Británicas, Seychelles. También hay países adelantados, como Suiza, Hong Kong, Países Bajos, Luxemburgo.

Por su parte, EEUU hospeda grandes sumas de activos poseídos por extranjeros en condiciones de fuerte secreto; y el estado de Delaware es un conocido paraíso fiscal. Gran Bretaña dirige una red global de Overseas Territories and Crown Dependencies que incluye algunos de los paraísos fiscales más grandes del mundo, como las Islas Vírgenes Británicas, Bermuda y Jersey. Ni EEUU, ni Gran Bretaña, ni otras potencias, hacen mucho por acabar con este sistema. Todos estos paraísos poseen instituciones que protegen a los inversores y son estables políticamente.

Esencialmente, se trata de inversión financiera que se realiza a través de paraísos fiscales y va a los llamados “vehículos de propósitos especiales”. Estos carecen de actividad real; son cáscaras vacías. Poseen registro legal sujeto a ley nacional; son propiedad de extranjeros; tienen pocos empleados; poca o ninguna producción en el país huésped; y agrupan actividades financieras o de tenencia como su actividad principal. Por eso, lo que figura como inversión directa extranjera en los países paraísos fiscales no tiene contrapartida en inversión productiva real. Por ejemplo, Luxemburgo Tiene apenas 600.000 habitantes, pero una inversión extranjera directa de 4 billones de dólares. Es igual a la de EEUU y mayor que la de China; aunque no refleja inversión productiva alguna en Luxemburgo. En un estudio citado por Ahmed et al. (2020) se establece que casi el 40% de la inversión extranjera directa es canalizada a través de los paraísos fiscales. En India, China y Brasil entre el 50 y 90% de la salida de la inversión extranjera directa se realiza a través de entidades extranjeras sin sustancia económica. Y entre el 50% y 60% en los países desarrollados como EEUU y Gran Bretaña.

Un Informe de la Comunidad europea estimaba la riqueza global offshore en 7,8 billones de dólares, equivalente al 10,4% del producto global (EC 2019). Otros estudios citados en ese informe establecen cifras que van de 8,3 billones a 10,3 billones de dólares. Las estimaciones varían debido a la secrecía de estos centros y a que tampoco hay consenso de lo que debe ser considerado un paraíso fiscal. Pero en cualquier caso, las cifras son enormes. Solo las compañías de la American Fortune 500 tenían, en 2017, un estimado de 2,6 billones de dólares en cuentas offshore. También individuos ricos utilizan las cuentas offshore para eludir o evadir impuestos. Por ejemplo, entre los clientes de Mossack Fonseca había 29 millonarios (poseen miles de millones de dólares) de la lista de los 500 más ricos de la revista Fortune. Además, desde la crisis financiera de 2008-9 la inversión fantasma crece a un ritmo más elevado que la IED genuina y que el producto global.

En estos entramados juegan un rol clave los estudios que organizan y venden las empresas offshore ubicadas en los paraísos fiscales. Así, Mossack Fonseca creó unas 240.000 compañías de este tipo. Los clientes pueden comprarlas por cifras irrisorias, por ejemplo, 1000 dólares. Según Richard Murphy –cofundador de Tax Justice Network- las empresas más grandes que proveen esos servicios de auditoría, consultoría y consejos impositivos son Pricewaterhouse Coopers, Deloitte, EY and KPMG (entrevista a RM en GUE/NGL 2017). Todas operan en alrededor de 150 países, y en total están en unos 180 países. Cobran elevadas comisiones, de manera que son contratadas por corporaciones poderosas y clientes con mucha riqueza. Entre otras actividades hacen lobby para que continúen existiendo los paraísos fiscales; y se oponen a medidas que puedan romper con la secrecía de los mismos.

Elusión y evasión de impuestos

Los paraísos fiscales permiten escapar, o debilitar, leyes y regulaciones de otras jurisdicciones. Por ejemplo, eludir las reglamentaciones que obligan a dar a conocer la actividad de la empresa, sus dueños, el capital propio, etcétera. El secretismo tiene un primerísimo lugar en esta operatoria, junto a los bajos o nulos impuestos. En algunos paraísos fiscales se privilegia el aspecto impositivo, en otros el secretismo, y en otros una combinación de ambos. La mayoría de las empresas que tienen ramas offshore opera entre la elusión fiscal y la evasión fiscal. La elusión consiste en evitar el pago de impuestos utilizando maniobras permitidas por la ley. Para esto, los abogados y contadores estiran al máximo la ley, y “a menudo las empresas operan en las zonas grises de lo que es cubierto por la ley” (GUE/NGL 2017). Usualmente explotan brechas o diferencias de las leyes impositivas de los países.

La elusión se realiza muchas veces con el conocimiento tácito de las autoridades; pero además, los funcionarios estatales apenas pueden seguir las maniobras, que se hacen cada vez más intrincadas y complejas. Debemos tener presente que actualmente el 60% del comercio mundial tiene lugar al interior de grupos corporativos (ibid. P. 11). En ocasiones, además, los políticos y los gobiernos ponen obstáculos a las investigaciones de los funcionarios. GUE/NGL cita el caso de Hesse, estado de Alemania, donde un gobierno conservador usó informes médicos falsos para despedir a investigadores que habían examinado con demasiado celo las actividades de Commerzbank. Se los declaró mentalmente insanos, y solo fueron rehabilitados mucho después por la Justicia.

La evasión fiscal, a diferencia de la elusión, consiste sencillamente en violar las leyes. Dado que el sistema impositivo tiende a privilegiar al lugar donde están localizadas las casas matrices de las multinacionales, y las mismas se encuentran en los países adelantados, los países atrasados son los que más padecen, relativamente, la evasión impositiva. Las pérdidas anuales en términos de ingresos por impuestos corporativos (sea por maniobras legales o ilegales) a partir de la utilización de los paraísos fiscales oscilarían entre los 500.000 y 600.000 millones de dólares. De estas sumas, unos 200.000 millones corresponderían a las pérdidas de países atrasados por evasión impositiva de corporaciones; una incidencia en el PBI bastante mayor que en los países adelantados. Por otra parte, las pérdidas por impuestos no pagados por individuos llegarían a 200.000 millones de dólares por año (ibid.).

Ahmed et al., citado, plantean que los paraísos fiscales han sido caracterizados crecientemente como extractores de riqueza que socavan el desarrollo y aumentan la desigualdad en los países desarrollados. Citan un estudio de 2017 según el cual el 15% de las ganancias ocasionales de los países productores de petróleo con gobiernos autocráticos es desviado hacia paraísos fiscales. En su investigación, y vinculada a la revelación de los Panamá Papers, establecen que existe un claro patrón de abuso de las elites de los países en desarrollo de amasar riqueza utilizando los paraísos fiscales.

En cuanto a las empresas multinacionales, señalan que los paraísos fiscales les sirven de centros de operaciones financieras que manejan enormes montos de capital y comercio. Junto a los centros financieros líderes en el mundo –Londres, Nueva York, Frankfurt y Tokio- se han convertido en centros nerviosos de las cadenas de comercio global y en un rasgo permanente de los negocios internacionales. Una parte significativa de las empresas multinacionales tienen subsidiarias en los paraísos fiscales, o en algunos casos están en manos de multinacionales parientes registradas en los paraísos. Citando informes de la UNCTAD destacan que esos países ofrecen bajos impuestos o tratamiento fiscal beneficioso para transacciones financieras internacionales, redes de trato sobre doble imposición y acceso a los mercados financieros internacionales, lo que los hace atractivos para empresas grandes y pequeñas. “Enormes flujos de capital van hacia y desde los paraísos fiscales cada año”.

Los paraísos fiscales han contribuido a la caída de las tasas impositivas promedio de las corporaciones, del 49% en 1985 al 24% hoy. Los beneficios de las corporaciones multinacionales estadounidenses que van a los paraísos fiscales aumentó de un estimado entre el 5% y 10% de los beneficios brutos en los 1990, a entre el 25% y 30% en la actualidad (Shaxson, 2019). La Comisión Europea calculó que para los 28 países de la Unión Europea, y para el período 2004-2016 la pérdida anual promedio debida a la evasión fiscal internacional fue de unos 46.000 millones de euros, aproximadamente el 0,46% del PBI. Según Tax Justice, a través del abuso fiscal transfronterizo global las naciones latinoamericanas perderían anualmente US$ 43.000 millones, lo que representa el 20,4 por ciento de los presupuestos nacionales de salud pública en la región. Cita a CEPAL según la cual las salidas financieras ilícitas de América Latina debido únicamente a la facturación errónea del comercio ascendieron a 102.000 millones de dólares en 2013. Lo que resultó en pérdidas fiscales en todo el continente de 31.000 millones de dólares.  

Lavado de dinero

Naturalmente, la secrecía de los paraísos fiscales es muy conveniente cuando se trata de lavar fondos provenientes de la corrupción u otras actividades ilícitas como tráfico de personas, drogas, armas. “Todas estas formas del crimen necesitan reciclar los beneficios a través del sistema financiero a fin de usar el dinero de nuevo en la economía formal. Este proceso se conoce como lavado de dinero y florece vía refugios con secrecía tanto como la evasión y elusión de impuestos” (GUE/NGL p. 14). Agrega que el FMI estima que el lavado de dinero equivale a entre el 2% y 5% del producto mundial. En 2016 significaba entre 1,5 a 7,5 billones de dólares. El lavado consiste en, primero, colocar el dinero en una cuenta bancaria o en algún depósito financiero en un lugar con reglas laxas. Luego se transfiere de un banco a otro, a menudo vía diferentes países, para que no pueda ser detectado. El tercer paso es integrar los fondos en una economía real mediante la compra de propiedades u otras inversiones. La secrecía de los paraísos fiscales ayuda a evitar las reglas anti lavado. Por eso se convierten en el punto de entrada de dinero sucio en el sistema financiero oficial (GUE/NGL pp. 11-12).

En este marco los períodos de débil inversión y las plétoras del capital (plusvalías que no vuelven a la producción y buscan la valorización financiera) alimentaron el crecimiento de las deudas externas; y los flujos transnacionales de capitales líquidos. Con la consecuencia de la profundización y extensión de los mercados a nuevas zonas del planeta y la imposición de la lógica de la valorización sobre masas crecientes de asalariados. Los fondos offshore, y semejantes son partes del mismo proceso. 

Rolando Astarita / Economista

Editor