Diciembre 12, 2024

Lo mejor de nuestro pueblo

 Lo mejor de nuestro pueblo

Hemos tenido un fin de semana largo porque el 8 de diciembre es un día feriado por una fiesta religiosa católica. En nuestra sociedad plural, para muchas personas resulta un misterio la razón de este feriado, sólo se quedan con que es una fiesta católica de la Virgen María y no se preguntan mucho al respecto, porque o no les interesa, o porque nunca viene mal un fin de semana largo en esta época del año.

Los invito a que nos fijemos en algo que frecuentemente se pasa por alto. Resulta que, en Chile, no hay ningún otro acontecimiento que congregue a tanta gente como esta celebración de la Madre del Señor Jesús. Se calcula que en este día se reúnen cerca de tres millones de personas que peregrinaban a diversos santuarios marianos a lo largo del país. Sólo al Santuario de la Purísima de Lo Vásquez, en Valparaíso, peregrinan cerca de un millón de personas, y el resto los hacen en los diversos santuarios y lugares de oración del pueblo cristiano a lo largo del país.

  Así, probablemente son muchos los que no se han dado cuenta que ningún otro evento en Chile, sea político, artístico, musical, deportivo, o de cualquier otro tipo, que convoque, haga peregrinar y reúna a tanta gente. Y esto ocurre sin campañas publicitarias y sin empresas productoras de eventos, sino solamente apoyado en la fe de los cristianos que confían en el Señor Jesús y en su Madre.   

Todo esto sucede porque, desde los primeros tiempos de la Iglesia, el pueblo cristiano reconoció en María a una persona especial, la primera cristiana, viendo en ella lo que significa una humanidad transformada por el amor de Dios. El pueblo cristiano reconoce en María a una compañera en el camino de la vida, y ese camino que es el de todos, ella lo vivió desde la pobreza del pesebre, la migración y el exilio en Egipto, el regreso a la vida familiar en Nazaret, hasta la entrega de su hijo a la muerte injusta y violenta, y pasar de ese dolor a la alegría de la presencia resucitada del Señor Jesús.

María creyó contra toda esperanza y su esperanza nunca fue defraudada por el Dios siempre fiel.  Ella es una persona que supo leer en la realidad lo que Dios va haciendo en la historia humana; por eso, María cantó con alegría al Señor y proclamó el modo y los criterios con los que Dios actúa: “desplegó la fuerza de su brazo y deshizo los planes de los orgullosos, derribó a los poderosos de sus tronos y elevó a los humildes, a los hambrientos los colmó de bienes, y a los ricos los despidió con las manos vacías” (Lc 1, 52-53)

El pueblo cristiano percibe la presencia cercana de María como servidora del Señor y compañera de camino, como madre y educadora de una humanidad renovada por la presencia del Señor Jesús. De ahí viene la cercanía y devoción llena de amor a esta mujer única, sencilla y servidora, ante la cual cualquier persona puede sentirse acogida y comprendida. Es la “llena de gracia” que no está herida por eso que llamamos pecado, y que es todo lo que deshumaniza la vida y nos hace inhumanos.

La identificación del pueblo cristiano con María es porque ella representa el sentir más hondo de los pequeños y sencillos que se ponen en las manos de Dios, y reconocen en ella lo mejor de nuestro pueblo, lo más representativo y esencial de lo que es ser cristiano, y así ella representa lo que este pueblo aspira llegar a ser.

La pertenencia de María al pueblo y la identificación con ella ha ido dando forma al pueblo cristiano. El Papa Francisco en su carta “Fratelli tutti” (“Todos hermanos”) dice: “Cada uno es plenamente persona cuando pertenece a un pueblo, y al mismo tiempo no hay verdadero pueblo sin respeto al rostro de cada persona. Pueblo y persona son términos correlativos. Sin embargo, hoy se pretende reducir las personas a individuos, fácilmente dominables por poderes que miran a intereses espurios” (n°182).

Por eso, en este día, los católicos proclamamos y celebramos a María, la Madre del Señor Jesús, porque somos conscientes que ella representa lo mejor de nuestro pueblo, y en ella vemos que sin la gracia de Dios que transforma desde el interior a las personas, todos los cambios necesarios se hacen imposibles o se vuelven ocasión de nuevas injusticias. Lo que Dios ha hecho en María es el signo de lo que este mundo -y todas sus cosas importantes- está llamado a ser: lleno de la gracia de Dios.

Marcos Buvinic Martinic

La Prensa Austral de Punta Arenas  –  Reflexión y Liberación

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