Diciembre 14, 2024

Episcopado chileno: una de cal y varias de arena

 Episcopado chileno: una de cal y varias de arena

Un obispo biblista, don Santiago Silva, un hombre de perfil bajo a pesar de haber sido secretario general del Episcopado latinoamericano y del Caribe hace pocos años, es el nuevo presidente de la Conferencia de Obispos católicos de Chile. Actualmente ejercía como obispo castrense, una responsabilidad que debió ocupar para sanear ese cargo cuyo antecesor fue el cuestionado obispo de Osorno, don Juan Barros Madrid.

Interesante la elección que han hecho los obispos en su última Asamblea plenaria.

En primer lugar, sorprende que un obispo a cargo del último peldaño del escalafón eclesial, como es el obispado castrense, haya sido nominado por sus pares como cabeza de la Conferencia episcopal. Con eso quedaron desbancados los viejos “animales eclesiales”, dicho en sentido figurado, (algo así como los “viejos animales políticos”) que aparecían como fijos: el cardenal Ezzati, los cinco arzobispos de las grandes sedes, y otros clérigos ascendentes que por figuración personal o por estar a cargo de posiciones importantes, aparecen de vez en cuando en la prensa.

Santiago Silva da confianza. Es hombre que no busca figuración, que sabe escuchar, que es buen organizador, que tiene sentido pastoral y una formación bíblica consistente. Que un obispo esté bien fundamentado en el campo bíblico es de por sí mucho más beneficioso y da garantías de ser buen pastor, por encima de otros que se fundamentan en el Código de Derecho Canónico.
La Vice presidencia quedó en manos del obispo de Melipilla, don Cristian Contreras Villarroel, un hombre más de escritorio que de calle, aunque su simpatía personal lo hace asequible a todos, especialmente a los que les gusta el fútbol.

En la Secretaría general ha quedado el obispo auxiliar de Santiago, don Fernando Ramos, ex rector del Seminario Pontificio, buen amigo de sus amigos, hombre que pasó muchos años en Roma y que vela por el cumplimiento de las normativas eclesiales.

Por su parte, el emergente obispo de San Bernardo, el Opus Dei don Juan Ignacio González, pasó a integrar el Comité Permanente, formado por el presidente, el vicepresidente, el secretario general, y por ahora el cardenal Ezzati, según establece el reglamento.

El Episcopado realiza sus funciones a través de Comisiones, siendo las más visibles: la Comisión pastoral y la Comisión doctrinal.

En la Comisión Pastoral para el período 2016-2019, figuran. René Rebolledo, arzobispo de La Serena; Héctor Vargas, obispo de Temuco; Bernardo Bastres, obispo de Punta Arenas; Pedro Ossandón, obispo auxiliar de Santiago y Fernando Chomali, arzobispo de Concepción.
En la Comisión doctrinal quedaron tres representantes del ala más tradicional de la iglesia: Felipe Bacarreza, obispo de Santa María de Los Ángeles, Cristián Caro, arzobispo de Puerto Montt, y Fernando Chomali, arzobispo de Concepción, quien aporta un poco de frescor a ese triunvirato hermético y ultra conservador.

Todos estos cambios aparecen en los momentos en que todos los obispos chilenos viajarán a Roma para la visita que deben hacer al obispo de Roma cada cierto tiempo.

Desde luego que en el país casi no existen obispos nominados por el papa Francisco y casi todos ellos son hechura de Benedicto XVI y mucho más de Juan Pablo II, que seguía las indicaciones del nefasto cardenal Angelo Sodano, quien se mantuvo por diez años como Nuncio apostólico en Chile, durante la dictadura.

Todos estos cambios indican también que hay poco donde elegir a la hora de las designaciones. Falta una renovación “from bottom”. Al menos hay que agradecer que han quedado fuera del escenario los obispos de Karadima (Talca, Linares, Los Angeles, Osorno) de los que muchos esperan que renuncien para dar un aire nuevo a una iglesia jerárquica que ha cometido demasiados errores.

Agustín Cabré Rufatt, CMF

Editor