No dormirse en medio del sudor de sangre: la roca del jueves
Se ofrecen algunas meditaciones que las comunidades pueden realizar durante la Hora Santa del Jueves por la noche. También se pueden meditar a lo largo de esta semana de modo personal.
La espiritualidad, como búsqueda del sentido de Dios en medio de la historia de todos los días, nos invita a dejarnos seducir por la humanidad de un Dios entregado hasta el extremo (Cf. Jn 13,1). Son meditaciones que buscan acercarnos a Jesús en su Pasión en forma de una teología narrativa que trate de sentir, al modo de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio, cómo Dios actúa en medio de nuestra propia vida. Las meditaciones aquí ofrecidas se desprenden de los textos bíblicos de la pasión, indicando en las citas desde dónde se están contemplando las distintas escenas.
Canto: Jesús mesías humilde
Queremos en esta noche, en las horas más difíciles de Jesús, tratar de acompañarlo, no dormirnos. No podemos dormirnos en medio del sudor de sangre. No podemos hacer un rodeo a la roca de Getsemaní donde Jesús experimentó la angustia radical. Te invito que, en medio de este estado de meditación y contemplación, podamos hacer el ejercicio de tratar de sentarnos bajo un Olivo de Getsemaní cerca de Jesús y tratar de escuchar lo que está diciendo. Tratemos de sentir su dolor, su respiración agitada y temerosa. Es la humanidad de Dios enfrentada a la soledad y al dolor…
SILENCIO: Hacer un breve ejercicio de respiración, relajar el cuerpo y aquietar el espíritu. Ir tomando conciencia de las manos, de los pies, de los brazos, de nuestro aliento.
Jesús comienza a hablar…
Noche de traición, beso de dinero manchado con sangre, negación al amigo y maestro, huida cobarde. ¿Dónde están mis amigos? Les enseñé tantas cosas: ámense los unos a los otros (Cf. Jn 13,34-36), sean misericordiosos como mi Padre lo es con ustedes (Cf. Lc 6,27-36), ustedes deben servir (Cf. Mt 20,25-26)… ¿Dónde quedaron esos días luminosos? ¿Por qué veo que mi Galilea natal está quedando cada vez más atrás?
Aquí estoy, solo. Allá, detrás de uno de los vetustos olivos mis tres discípulos más cercanos duermen. Sus ronquidos se escuchan fácilmente en medio de la oscuridad de este jardín de Getsemaní. A lo lejos algunos perros ladrando a la luna. Pensar que mi Padre creó a los animales, las aves del cielo, los árboles y al ser humano para ser compañía de otros. Y yo aquí, en mi agonía, solo. Me duele mucho la cabeza, siento el estómago apretado, pero ¿qué diré? ¿Padre aparta de mi este cáliz? ¿Padre, líbrame de esta hora amarga? (Cf. Lc 22,42) Quisiera escapar. Podría cruzar el monte de los olivos y llegar donde Lázaro, Marta y María. Puedo hacerlo, pero ¿y para eso prediqué tres años? ¿Puedo terminar así mi proyecto? ¡Padre mío! ¿Es posible que me digas algo? ¿Puedes volver a resonar en medio de las nubes como en el Tabor? ¡Que bellos días de gloria! Ahora, solo el silencio, un mortal silencio que rodea este jardín…
SILENCIO: Hacer un breve ejercicio de respiración, relajar el cuerpo y aquietar el espíritu. Ir tomando conciencia de las manos, de los pies, de los brazos, de nuestro aliento.
Intención: Señor Jesús. ¡Esta noche no podemos dormir! ¡Tú nos necesitas despiertos, bien conscientes, acompañándote! Pero la tristeza nos embarga. El temor nos juega la mala pasada de recluirnos en nuestro yo y no ser capaces de mirar el mundo, de dejarnos interpelar por la realidad. Señor: la Iglesia que tú amas se está quedando dormida, algunos ya duermen. ¡Señor! ¡Que no durmamos y no seamos indiferentes a esta hora de dolor! A ti, honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén.
Canto: Nada te turbe
¿Y si me levanto a despertar a Pedro? Quizás Juan o Santiago también podrían despertar ¿pero y si no despiertan? Mi alma está confundida. Mi Padre se me ha revelado prometiendo que estaría conmigo. Se turban mis ideas. Este dolor de cabeza que no me deja. El estómago me duele mucho más que al comienzo. No soy capaz de ponerme de pie. Padre, ¿me escuchas? Estoy sudando profusamente, pero ¿qué está pasando? ¿Y esta sangre? ¿por qué sudo gotas de sangre? ¡Abbá! ¡Para ti todo es posible! ¡Deja que este paso no me afecte!
Esta noche es la confusión total. Hace unas horas estaba sentado con mis amigos cenando, y les dije que ese pan era mi cuerpo (Cf. Mc 14,22) ¿me habrán entendido lo que quise decir? ¿y los que vendrán después de ellos? ¿entenderán? ¿o se quedarán dormidos? ¿Es posible que tu me envíes algún consuelo? ¡Padre: aquí estoy rendido a tu majestad! ¡Pon tu mano sobre mi hombro, hazme sentir tu cercanía!
SILENCIO: Hacer un breve ejercicio de respiración, relajar el cuerpo y aquietar el espíritu. Ir tomando conciencia de las manos, de los pies, de los brazos, de nuestro aliento.
Siento tu calor, me haces entender que estarás conmigo. En medio del dolor invoqué al Señor y sentí tu presencia a mi lado. Vi que una pequeña luz se encendió en medio de mi agonía. ¿Quizás un ángel del cielo que me conforta? (Cf. Lc 22,43) No dice nada esta presencia, solo está conmigo. Creo que es lo más importante en este momento: estar. Puede que este paso, doloroso y trágico, puede tener algún sentido. Pedro, Pedro, ¿duermes? Pedro, tengo miedo, ¿no puedes acompañarme un instante? (Cf. Mc 14,37).
Intercesión: ¡Jesús! Tu dolor es inmenso. Tantas veces te compadeces de nosotros, y nosotros nos quedamos dormidos y permanecemos indiferentes ante el dolor de los demás. Tu nos has enseñado que mirando al que sufre podemos ver tu rostro adolorido, cubierto de sudor mezclado con sangre. Que esta noche, que estos días de la Pasión, podamos aprender a estar contigo, simplemente estar. Queremos descontracturarnos el alma, ser más compasivos con los demás. A ti, Señor de la agonía, honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén.
SILENCIO: Hacer un breve ejercicio de respiración, relajar el cuerpo y aquietar el espíritu. Ir tomando conciencia de las manos, de los pies, de los brazos, de nuestro aliento.
Canto: El Señor es mi fortaleza (Taizé)
Pedro no despertó. Juan se movió desconcertado, con Santiago intercambié algunas palabras. Sus miradas de temor me conmovieron. Creo que no son capaces de entender la profundidad de este momento. Padre, tú los conoces, tú me los diste, son tuyos (Cf. Jn 17,24). Me los has confiado y no he perdido a ninguno (Cf. Jn 18,9). Hablé del Reino del Amor y sé que sus corazones se estremecían. No puedo ser tan egoísta. Aunque es verdad, ahora quisiera sentir su compañía. Pero tengo tu presencia que me inunda. Hay temor y dolor, pero la confusión ha ido desapareciendo. Sé que al final de esta Pasión el abrazo de mi Padre será eterno. Pero hay que ser realista: duele este momento.
Sé que mis hermanos sufrirán, de dispersarán (Cf. Mt 26,31). Será una prueba muy grande para ellos y también para mí. Pero Padre, te pido que los mantengas unidos en medio de tanto dolor (Cf. Jn 17,21). Esta noche es de oscuridad total pero una pequeña lámpara brilla. Mientras haya un poco de luz podremos ver más. Padre mío: tu eres esa luz en esta noche de Getsemaní. A ti me puedo confiar como un niño en los brazos de su padre y de su madre. ¡Estoy preparado Padre mío! ¡Que no se haga mi voluntad sino la tuya! Pedro, Pedro, Santiago, Juan. Ya pueden dormir y descansar, el Hijo del hombre será entregado… Judas… ¿con un beso entregas al hijo del hombre…? (Cf. Lc 22,48).
SILENCIO: Hacer un breve ejercicio de respiración, relajar el cuerpo y aquietar el espíritu. Ir tomando conciencia de las manos, de los pies, de los brazos, de nuestro aliento.
Intención: ¡Jesús del dolor! Tu dolor es nuestro dolor cuando abrazamos a las víctimas de la injusticia, de la incomprensión, del encubrimiento y del abuso. Señor: esta noche de Getsemaní nos ha puesto en la urgencia de no dormirnos. ¡Jesús! Danos espíritu y cuerpo animado para velar contigo. Que tu Iglesia, Señor, no duerma, no sea indiferente ante el dolor de tu cuerpo que se prolonga en tantos cuerpos e historias. Jesús: ¡danos un espacio en tu cruz para llegar a la resurrección! A ti, honor y gloria y por los siglos de los siglos. Amén.
Juan Pablo Espinosa Arce
Educador y Teólogo / Facultad de Teología UC