Diciembre 12, 2024

La Iglesia tiene que rechazar radicalmente la riqueza de los ricos y la pobreza de los pobres

 La Iglesia tiene que rechazar radicalmente la riqueza de los ricos y la pobreza de los pobres

La pobreza que consiste en no tener lo necesario para
vivir dignamente es indigna del hombre y por tanto de Dios.

Jesús no quiere ni la riqueza de los ricos
ni la pobreza de los pobres.

Acercarse a los ricos para obtener dinero para los pobres ni es humano ni es cristiano. Cuando la Iglesia lo hace está traicionando el mensaje del Evangelio. Ya lo hizo demasiado tiempo.

La primera condición para ser cristiano es la lucha por la justicia.

Los empobrecidos de la tierra deberían ver y tener en la Iglesia a su mejor aliado y los poderosos y opresores de este mundo deberían ver y tener en la Iglesia a su peor enemigo, para que al recibir la denuncia de su opresión y ver el mal que hacen dejen de oprimir, reparen el daño causado a los oprimidos y así entren en estado de salvación, de tal manera que cada vez haya menos oprimidos y menos opresores, liberando a los opresores de oprimir y a los oprimidos de la opresión.

Quien no tenga claro que la riqueza de los ricos es consecuencia directa de la pobreza de los pobres, aun no ha descubierto lo que pasa en este mundo, ni por donde va el mensaje del Evangelio de Jesucristo, que dice muy claramente que no se puede servir a Dios y al dinero.

Mateo 21, 33-43:
Dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los senadores del pueblo: “Escuchad otra parábola: Había un propietario que plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó en ella un lagar, construyó la casa del guarda, la arrendó a unos labradores y se marchó de viaje. Llegado el tiempo de la vendimia, envió a sus criados a los labradores para reci¬bir los frutos que le correspondían. Pero los labradores, agarrando a los criados, apalearon a uno, mataron a otro, y a otro lo apedrearon. Envió de nuevo otros criados, más que la primera vez, e hicieron con ellos lo mismo. Por último, les mandó a su hijo diciéndose: “Tendrán respeto a mi hijo”. Pero los labradores, al ver al hijo se dijeron: “Este es el herede¬ro: venid, lo matamos y nos quedamos con su herencia”. Y, agarrándolo, lo empujaron fuera de la viña y lo mataron. Y ahora, cuando vuelva el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?” Le contestaron: “Hará morir de mala muerte a esos malvados y arrendará la viña a otros labradores que le entreguen los frutos a sus tiempos”. Jesús les dice: “¿No habéis leído nunca en la Escritura: “La piedra que desecharon los arqui¬tectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente?” Por eso os digo que se os quitará a vosotros el Reino de Dios y se dará a un pueblo que produzca sus frutos”.

1.- El pacto de Jesús: De esta magnífica enseñanza de Jesús, se saca una conclusión evidente: Jesús solo pactó con Dios y con el pueblo, no con los poderes de este mundo, con los cuales no solo no llegó a ningún acuerdo sino que los criticó duramente, hasta el punto de que vieron en El un gran enemigo de su situación privilegiada, y lo asesinaron. Por eso la muerte de Jesús fue un asesinato en toda regla, urdido por los poderes religiosos y políticos de Jerusalén, confabulados con el gobernador romano para que firmase la pena de muerte contra Jesús, que no fue para reparar ningún daño a Dios, sino consecuencia directa del compromiso de Jesús con la liberación integral del hombre.

2.- El propietario: Dios es el propietario de la viña que cuidó con mucho mimo al pueblo hebreo, que había sacado de la esclavitud de Egipto. Suscitó profetas, los criados de la parábola, con una doble finalidad: que denunciasen a los dirigentes que intentasen aprovecharse del pueblo y además lo fuesen guiando para alcanzar su plena liberación: los grandes profetas de Israel como Isaías, Jeremías, Ezequiel, Amós, etc. son un ejemplo evidente: los deberíamos leer con mucha frecuencia. Son quienes hoy denuncian a las multinacionales y a los gobiernos, que en América del Sur o Africa quitan la tierra a los pobres y los obligan a emigrar; a los proxenetas, mafias y particulares que trafican con el cuerpo de millones de mujeres y niñas pobres; a los banqueros que quitaron y aun quitan las viviendas con los desahucios; a los gobiernos dictadores y corruptos que se apropian de los bienes del pueblo como Teodoro Obiang Nguema y familia en Guinea. Profetas que hoy como entonces son perseguidos y asesinados, como Oscar Romero en el Salvador, Gerardi en Guatemala, Luter King en EE.UU., los Jesuitas de la Universidad Centroamericana, Gandi en la India, etc.

Los dirigentes económico-políticos del mundo actual son los labradores de la parábola, que querían entonces y quieren hoy ser los dueños de la viña, es decir, del mundo, que lo están llevando a que cada vez haya más injusticia, más desigualdad, más pobreza, más explotación sexual de mujeres y niñas, más en menos manos y más manos con menos, y así hacen crecer la injusticia, la desigualdad y el sufrimiento, la impotencia, la desesperación, de gran parte de la humanidad.

3.- El hijo del Dueño: Dios, o sea, el dueño de la viña, les envió a su propio hijo. Este hijo es Jesucristo, que entonces los grandes y poderosos de Jerusalén mataron con la muerte más cruel y horrible: la crucifixión, que los denunciaba sin rodeos, como en la parábola de hoy, hasta el punto de que lo odiaron hasta matarlo.

Este Hijo de Dios son todos los seres humanos a los que matamos hoy, víctimas injustas del hambre, de la sed, de la guerra, del odio, de la violencia, de la injusticia, de la explotación, de la emigración, de los desplazamientos, de las torturas, de las deportaciones, que practican a diario los gobiernos europeos, como el español. Hoy los ricos y poderosos siguen matando a Jesucristo en los empobrecidos de la tierra. Y lo seguimos matando todos los que ante tanta barbarie y tanto sufrimiento nos quedamos pasivos e indiferentes, sin hacer nada.

4.- El Papa Francisco.-Aquel sacerdocio corrupto y explotador de Jerusalén, que imponía grandes cargas sobre los demás, tristemente tiene no pocas coincidencias que la Iglesia oficial de nuestros días. Al Papa Francisco le preocupan enormemente los escándalos de la Curia Vaticana, que no acaban de cesar; de algunos Cardenales, ávidos de poder¸ de bastantes Obispos, sacerdotes y religiosos, que no caminan con el pueblo, que han ocultado la pederastia, y tienen que dedicar enormes cantidades de dinero para resarcir a las víctimas de la misma en vez de ser para remediar a los pobres del Tercer Mundo. Todos estos fallos, así como su cercanía y afinidad con los poderes de este mundo, ha precipitado a la Iglesia en un gran descrédito que ha alejado a la mayoría de la gente de la fe, de la propia Iglesia y de la fidelidad a Jesucristo que es lo más grave. Solo la salvan de este prolapso sobre todo los misioneros, misioneras y seglares que están trabajando con los más empobrecidos del Tercer y Cuarto Mundo.

5. – La credibilidad de la Iglesia
: Los empobrecidos de la tierra deberían ver y tener en la Iglesia a su mejor aliado y los poderosos y opresores de este mundo deberían ver y tener en la Iglesia a su peor enemigo, para que, al denunciarlos, dejen de ser opresores de los oprimidos y entren en estado de salvación, porque el Reino de los cielos es de los pobres, no de los ricos. Pedir dinero a los ricos para ayudar a los pobres no concuerda con el Evangelio, porque perpetúa el sistema que los produce. La recuperación de la credibilidad de la Iglesia solo será posible a través de un compromiso radical, total y absoluto con la justicia en el mundo a favor de los más oprimidos, explotados y maltratados de la Tierra. No le pidamos a Dios cuentas, ni explicaciones, ni ayudas para lo que podemos y debemos hacer y arreglar nosotros.

La fidelidad a Jesucristo, o sea a los pobres, camina por la senda de la justicia. “Dichosos, dice El, los que tienen hambre y sed de justicia”.

P. Faustino Vilabrille Linares

A s t u r i a s

 

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